Diario de Viaje — 9 diciembre, 2014 at 6:00 am

6/09/2013: Moulay Idriss, en una ciudad santa

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Llegamos temprano a la supuesta estación de autobuses de Meknés. Cuando preguntamos al personal de mantenimiento del edificio más cercano a las indicaciones, nos miran extrañados. “No hay estación, pero de ahí enfrente salen el 15 y el 29, que van hasta Moulay Idriss. De hecho, ése es uno”. Decidimos montarnos en un autobús urbano destartalado que pronto está lleno. Entre choques y golpes con el resto de viajeros, llegamos a la ciudad santa de Marruecos en algo más de media hora. Nos enteramos de que precisamente esos días se celebra un festival religioso, lo que provoca que Moulay Idriss esté llena de gente en peregrinación y de visitantes de todo el país.

Atardecer en Moulay Idriss

Moulay Idriss, aún en plena celebración, nos aportó una gran sensación de paz

El nuevo hostal es muy acogedor. Regentado por una familia al completo, nos ofrecen una de las mejores comidas que hemos probado en toda la semana. Vamos pronto a Volúbilis, puesto que Moulay Idriss se visita muy rápido: los no musulmanes no pueden visitar el mausoleo, que es el corazón de la ciudad. Caminamos hacia el yacimiento romano y, cuando llevamos tres cuartos del recorrido, una familia nos invita subir en su coche. La madre nos aconseja no ir solos paseando por esos caminos: “no es necesario ir caminando”. Cuando nos va a invitar a volver con ellos el marido dice algo en árabe, que por las palabras de ella sería: “es normal, yo también lo he hecho, déjales tranquilos”. “Eso sí”, finaliza ella, “volved antes de que anochezca”. Decidimos que volveremos en taxi.

Volúbilis

Volúbilis estuvo prácticamente intacto hasta 1755, cuando el terremoto de Lisboa hizo temblar y caer parte de las ruinas

Volúbilis es un yacimiento enorme; el más grande vestigio de Roma de los que se encuentran en Marruecos. Dicen que hasta el terremoto de Lisboa estuvo intacto, pero encontramos una ciudad totalmente derruida y con apenas las plantas de los edificios que la formaron. El poco cuidado del patrimonio acentúa la impresión de un tesoro perdido, pero realmente en algunos rincones se puede sentir la grandeza de su pasado.

De nuevo en Moulay Idriss, logramos entrar en la medina entre los festejos de la población. Pronto comprendemos que ya no podremos salir de allí el resto del día, así que callejeamos alrededor de nuestro hostal para ver los diferentes conciertos y bailes. Las celebraciones duran hasta bien entrada la madrugada y dormimos sintiendo que estamos en una auténtica ciudad santa.

Atardecer en Moulay Idriss, vista ciudad

Atardece en Moulay Idriss mientras la gente disfruta de los festejos