Diario de Viaje — 7 diciembre, 2014 at 8:24 am

5/09/2013: Entendiendo Meknés

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Visión de Meknès general

Cielo nublado en Meknès, una tregua al calor agradecida

Amanece nublado y la temperatura baja de forma inesperada. Sólo es un espejismo, ya que pronto volverá el sol y el fuerte calor, pero la pequeña tregua se agradece. Nos adentramos en la Ciudad Imperial y por fin comienzo a entender la distribución de la ciudad. La visita al Mausoleo de Moulay Ismail es una de las mejores del viaje. El recinto es espectacular, bastante acorde con las ambiciones del soberano, según lo leído.

Puertas del Mausoleo Moulay Ismail de Meknès

Las puertas del mausoleo, y su interior, son espectaculares

Para llegar al Agdal y a los graneros recorremos una carretera entre murallas y bajo el sol. Vamos dejando a la derecha las ruinas del Palacio Real y sus jardines, actualmente un campo de golf. Los graneros y sus caballerizas están sobre el enorme estanque de Agdal. Es todo de enormes dimensiones. Si la ciudad hubiese sido asediada, podría haber aguantado veinte años con esas infraestructuras utilizadas al máximo.

Estanque del Agdal en Meknès

Contraste de azules, la visión de un dirigente para afrontar el peor de los asedios

Es la hora de volver a la medina e ir a comer al restaurante de Abdul. La comida está buena, pero sobre todo es generosa y somos incapaces de terminar los platos. “Cantidad bereber”, nos dice. Tras esto, visitamos la Medersa Bou Inania, quizá peor conservada que la vista en Fez, pero con acceso a las habitaciones y a una terraza que da una perspectiva nueva a la medina. Otra visita que merece la pena haber realizado.

Patio de la Medersa Bou Inania en Meknès

Patio de la medersa

Habíamos quedado de nuevo con Abdul, ya que J. le había echado el ojo a una de sus alfombras. Nos invita al té, de los mejores que hemos tomado, y pronto acordamos un precio por todo un paquete que incluye la alfombra y tres pares de pendientes. Quedamos todos satisfechos.

Minarete desde el restaurante de Abdul en Meknès

Minarete desde el restaurante de Abdul

El resto de la tarde la dedicamos a la búsqueda infructuosa de transporte público a Moulay Idriss. Sólo encontramos un descampado con autobuses en lugar de la anunciada estación, así que dejamos la decisión de cómo llegar para el día siguiente. La ayuda desde el riad es absolutamente inexistente: no sólo nos intentan colocar un taxi normal ida y vuelta con su correspondiente comisión, sino que cuando le decimos que vamos a Moulay Idriss a pasar la noche siguiente se desentiende totalmente. El riad está muy bien, pero nos quedaremos con un regusto amargo debido a la repetida falta de atención de su personal.

Vemos anochecer en plaza el-Hedim, donde siempre pasan cosas. Es un lugar que te reconcilia con Meknés y que te hace quedarte únicamente con lo bueno.

PD: Pasado más de un año desde el viaje, seguimos sin olvidar al entrañable anciano que vendía «des cacahués» y otros frutos secos en el-Hedim, con una voz aguda y vital y la sonrisa siempre en la cara.